viernes, 9 de julio de 2010

La capacidad de amar


Antes... hazte estas preguntas, basándote en tu experiencia personal:

  • ¿podrías intentar definir el amor con tus propias palabras?
  • Observando los diferentes ambientes que te circundan, ¿puedes describir cuál es el sentido que se le da a la palabra amor, en qué basan este significado y qué bien suele perseguirse al amar? ¿Concuerda con esta descripción con tu forma personal de vivirlo? Argumenta tu respuesta.
  • En tu opinión, ¿a qué se deben las infidelidades, el abultado número de separaciones y los fracasos matrimoniales? Tras dejar constancia de cuanto venga a tu mente, ¿piensas que el amor puede morir? Si tu respuesta es afirmativa, intenta hacer una simulada autopsia y averiguar las posibles causas de ese deceso.
  • Visto desde otra perspectiva, ¿estimas que cabe un amor para siempre? ¿En qué se fundamentaría este amor eterno? ¿O es algo pasado de moda?
  • Detente a reflexionar por unos instantes e intenta responder a esta pregunta: ¿qué define mejor o se relaciona más con el amor, la voluntad o los sentimientos? Desarrolla tu respuesta.
  • La entrega verdadera a otro implica también el olvido de uno mismo.
    ¿Consideras que esta afirmación es exagerada o incluso utópica?
    ¿Piensas que puede poner en peligro la felicidad de los que se aman?
    ¿Dónde quedaría el amor debido a uno mismo?
  • ¿Por qué estimas —si es que lo estimas— que el amor es siempre
    personal? ¿Qué dimensión o dimensiones de la persona pone en juego?
La afirmación de Kierkegaard, escrita con rotundidad hace alrededor de siglo y medio, puede servir todavía hoy para esclarecer una de las dimensiones más significativas de la persona humana: su inclinación a amar.

En efecto, basta echar un vistazo al mundo contemporáneo para advertir con nitidez que no solo la infidelidad, los fracasos conyugales, los matrimonios mantenidos exclusivamente por la inercia… aumentan de manera preocupante; sino que incluso, en grandes sectores de la sociedad, parece haberse perdido el verdadero significado, el auténtico sentido del término «amor». En múltiples ocasiones, lo que a nuestro alrededor se vende como amor es pura fisiología, como en la desgraciada expresión de «hacer el amor», o una especie de sentimentalismo más o menos sensual y sensiblero, pero incapaz siquiera de colmar los nobles deseos de un adolescente. Quizás la pérdida del significado del amor constituya uno de los problemas más acuciantes de la civilización actual y, en buena medida, la explicación o causa de lo que antes llamaba deslealtades, errores, etc., y de la desorientación del hombre a la hora de conocerse a sí mismo y de regir la propia existencia.
En semejante sentido, aunque con las ambigüedades que le son propias, se pronuncia Erich Fromm:
"Hablar del amor no es “predicar”, por la sencilla razón de que significa hablar de la necesidad fundamental y real de todo ser humano. Que esa necesidad haya sido oscurecida no significa que no exista. Analizar la naturaleza del amor es descubrir su ausencia general en el presente y criticar las condiciones sociales [¿metafísicas?] responsables de esa ausencia. Tener fe en la posibilidad del amor como un fenómeno social y no solo excepcional e individual, es tener una fe racional basada en la comprensión de la naturaleza misma del hombre"
Por eso, en los momentos presentes debe acentuarse la trascendental necesidad de un buen amor para la plenitud y la felicidad de la persona, a la par que conviene aclarar la auténtica verdad del amor, concibiendo- lo de entrada como algo recio, constante y perenne —sólido—, que elige y realiza el bien para las personas a las que ama.
La pérdida del sentido del amor constituye uno de los problemas más graves y acuciantes de la civilización contemporánea.

"El ser humano:desarrollo y plenitud": La capacidad de amar. Tomás Melendo.






lunes, 5 de julio de 2010

Aceptar las contrariedades

Sólo seremos capaz de transformar eficazmente nuestra vida si la acogemos en su integridad, incluyendo aquellos acontecimientos exteriores a los cuales muchas veces nos enfrentamos.
El que adopta como norma de conducta habitual la huida del dolor, el hecho de no aceptar nada más que lo grato y cómodo rechazando lo demás, antes o después terminará cargando con cruces más pesadas que quien se esfuerza por aceptar de buen grado un sufrimiento que, considerado con realismo, es imposible de eliminar.
"Un sufrimiento sereno deja de ser sufrimiento"... -Cura de Ars-.
En la adhesión al dolor obtenemos fuerza. Dios es fiel y siempre da la fuerza necesaria para asumir, día tras día, lo más duro y difícil de nuestra vida.
El auténtico mal no es tanto el dolor como el miedo al dolor. Si lo acogemos con confianza y con paz, el dolor nos hace crecer, nos educa, nos purifica, nos enseña a amar de manera desinteresada, nos hace humildes, mansos y compasivos con el prójimo.
"Los peores sufrimientos del hombre son los que se temen"...-Etty Hillesum-.
El miedo al dolor, por el contrario, nos insensibiliza, nos encasilla en actitudes protectoras y defensivas, y a menudo nos empuja a tomar decisiones irracionales que provocan consecuencias nefastas.
El sufrimiento malo no es el vivido, sino el "representado" ése que se apodera de la imaginación y nos instala en situaciones falsas. El problema no está en la realidad, que es esencialmente positiva, incluso en su aspecto más doloroso, sino en nuestra representación de la realidad.
..."Nuestra angustia, que es leve y pasajera, nos prepara una gloria eterna que supera toda medida" 2Cor4,17.
Al aceptar los sufrimientos "propuestos" por la vida y permitidos por Dios para nuestro progreso y nuestra purificación, (con ésto nos referimos a la cruz de cada día, a la cruz de nuestra vida) nos ahorramos otros mayores. Hay que ser realistas y dejar de soñar, de una vez por todas, con una vida sin dolor y sin lucha.
"Los dones y el llamado de Dios son irrevocables" Rom 11,29. Sobretodo el primer don y el primer llamado, es decir, el don y llamado a la vida. Toda existencia, incluso si se encuentra abocada al dolor, es infinitamente valiosa.
Cuando nos enfrentamos al dolor cotidiano, al peso del día y del calor, al cansancio, hay que evitar pasarse el tiempo refunfuñando por dentro o esperar que termine cuanto antes; hay que evitar soñar permanentemente con una vida distinta: es preferible aceptarla de corazón. LA VIDA ES BUENA Y BELLA TAL COMO ES, INCLUSO CON SU PARTE DE DOLOR!!!
del libro "La Libertad Interior" de Jacques Philippe.


"La felicidad está en nosotros mismos. Somos felices porque amamos, no porque nos aman"

Madre Teresa de Calcuta

viernes, 2 de julio de 2010

Parábola del águila



Erase una vez...


un hombre que caminaba por el bosque, encontró un aguilucho. Se lo llevó a su casa y lo puso en su corral, donde pronto aprendió a comer la misma comida que los pollos y a conducirse como estos.


Un día un naturalista que pasaba por allí, le preguntó al propietario por qué razón un águila, el rey de la aves y los pájaros, tenía que permanecer encerrado en el corral con los pollos.


Como le he dado la misma comida que a los pollos y le he enseñado a ser como un pollo, nunca ha aprendido a volar, respondió el propietario; se conduce como los pollos y por tanto no es un águila.


Sin embargo, insistió el naturalista, tiene corazón de águila, y con toda seguridad se le puede enseñar a volar.


Después de discutir un poco más, los dos hombres convinieron en averiguar si era posible que el águila volara. El naturalista le cogió en sus brazos, suavemente y le dijo: "TU PERTENECES AL CIELO NO A LA TIERRA, ABRE LAS ALAS Y VUELA". El águila sin embargo estaba confuso: no sabía qué era y, al ver a los pollos comiendo, saltó y se reunió con ellos de nuevo.


Sin desanimarse, al día siguiente, el naturalista llevó el águila al tejado de la casa y la animó diciéndole: "ERES UNA ÁGUILA ABRE LAS ALAS Y VUELA"; pero el águila tenía miedo de su yo y del mundo desconocido y saltó otra vez en busca de la comida de los pollos.


El naturalista se levantó temprano al tercer día, sacó el águila del corral y lo llevó a una montaña. Una vez allí, alzó al rey de las aves y lo animó diciéndole "ERES UNA ÁGUILA Y PERTENECES AL CIELO, AHORA ABRE LAS ALAS Y VUELA".


El águila miro alrededor, hacía el corral y hacia el corral y hacia arriba, al cielo. Pero siguió sin volar. Entonces el naturalista lo levantó directamente hacia el sol; el águila empezó a temblar y abrió lentamente las alas y finalmente con un grito triunfante voló alejándose hacia el cielo.


Es posible que el águila recuerde todavía a los pollos con nostalgia; hasta es posible que de cuando en cuando vuelva a visitar el corral. Pero nunca vivió más vida de pollo.


Siempre fue un águila, pese a que fue mantenida y domesticada como un pollo.




Pensemos...¿Cómo estuve viviendo hasta hoy, cómo pollo... o como águila? ¿Cuáles son los comportamientos que me impiden ser águila? ¿A partir de hoy, qué haré para ser águila?