lunes, 6 de diciembre de 2010

Cambios

La vida no es lo que hemos sido, sino lo que anhelamos ser. 

Por eso a veces es sensato parar y centrarnos en cómo construir nuestro futuro. O al menos soñarlo un poco. Para esto no hay que quedarse corto, pues será el motor que nos haga ponernos en camino y dar los siguientes pasos sin sucumbir al abatimiento o vértigo que supone siempre cerrar una etapa y comenzar otra. Lo primero que viene a la cabeza es todo lo que uno deja atrás, la seguridad que te daba aquello que sientes tuyo, la pereza de cambiar todo y reordenar tu vida, el miedo a lo que pueda venir y a que nada vuelva a ser lo mismo… Pero una vez superada esa crisis inicial te das cuenta de la oportunidad que supone: por fin ha llegado la hora de tirar todos los trastos viejos que te impedían avanzar, de reciclarte y limpiar todas esas esquinas que con el paso del tiempo se van oscureciendo en tu persona. Es tiempo de pensar qué es lo que quieres guardar, para qué te sirve lo que has aprendido hasta ahora, y qué cambiarías. También es el momento de decidir tu nuevo camino, de organizar tu tiempo con una meta. Pero no una meta ambigua, ni etérea, sino procurando afinar cada vez más. Quizás invirtiendo la pregunta: "¿qué te gustaría que dijeran los demás de tí cuando ya no estés en este mundo?", "¿cómo fuiste, en qué creíste y cuales eran tus ideales y si los llevaste a cabo o al menos lo intentaste?". Cada cual, según su ego, tendrá una respuesta para estas preguntas si se las hace a si mismo. Empiezo a valorar lo importante que es construir la vida desde hoy mismo y no desde mañana. Pero es el momento ahora de apoyarse en la gente que sabes que siempre está ahí, pues una mudanza sin compañía es un cambio duro, pero trabajando codo con codo se convierte en una experiencia que hace crecer a ambos. No tendremos ninguna certeza de cómo saldrá, pero es lo que nos hace verdaderamente humanos: el deseo de cambiar y de mejorar para dar un sentido auténtico a nuestra vida.
  pastoralsj.org-Pastoral Jesuuitas.

viernes, 15 de octubre de 2010

Soportando y superando su dolor

Si Jesús se hubiese fijado en su dolor y en la ira de sus verdugos, habría abandonado su cáliz. Sin embargo, ni sus dolores ni la frustración causada por las personas lo dominaban.
Nosotros desistimos fácilmente de las personas que nos decepcionan, pero él tenía una capacidad de perseverancia nada común. Su motivación era inquebrantable. Tenía metas sólidas y establecía prioridades para cumplirlas. Así, lograba extraer fuerza para soportar con dignidad lo que nadie soportaba con lucidez.
Estaba sufriendo, pero no sufría como un miserable o un infeliz. A cada momento de dolor, entraba en un profundo proceso de reflexión y dialogo con su Padre. El maestro de la vida caminaba dentro de sí mismo mientras caminaba hacia su destino final. Lograba ver los dolores con otra perspectiva.
¿En qué perspectiva vemos nuestros sufrimientos? No me estoy refiriendo a los sufrimientos dramáticos como los que Jesús soportó, sino aquellos que vivimos diaria o semanalmente. Muchos de nosotros no sabemos soportar las dificultades inherentes a la vida. Ellas nos desconciertan y no nos fortalecen, nos paralizan y no nos liberan.
Nadie debe buscar cualquier clase de dolor para tallar su personalidad. Debemos ir siempre en dirección a la zona de comodidad, ir al encuentro del placer y de la tranquilidad. Sin embargo, auque usted sea el más prevenido de los seres humanos, además de no ser perfecto, no logra controlar todas la variables de su vida. Por eso, pequeños dolores y frustraciones lo acompañarán en su trayectoria existencial.
El problema no es si ellos llamarán o no a su puerta, sino lo que usted hará con ellos. No reaccione con miedo, no se rebele, no culpe al mundo. Recuerde que el maestro de los maestros mostró que el dolor puede ser una excelente herramienta para tallar su alma. Quien aprende a usarla deja de ser un héroe por fuera y se convierte en una persona fuerte por dentro...
Texto del Libro "El Maestro del Amor" de Augusto Cury

viernes, 10 de septiembre de 2010

Morir en Septiembre

Buscando una huella me largué a los rumbos
y anduve caminos amando el tierral.
La huella se alarga, la meta no llega...
 la estrella me invita a seguir nomás.

Amé los caminos que creía míos,
hoy veo que aquellos son sólo de Dios.
Voy dejando amigos, que toman desvíos,
misterios distintos del que tengo yo.

La historia se ensancha, la huella se estrecha
la vida se encoge, quiere madurar.
Todo mi follaje busca la semilla
sabe que por ella ha de perdurar.

La vida no acaba bajo la cosecha,
yo sé que en mi vida, morir es callar.
Creo en la mañana, tengo fe n la tierra
ella permanece para mi trigal.

Sigo su camino buscando una tierra
con toda mi alma quisiera ser fiel.
En cada acampada arrollo mi carpa
no quiero taperas si no he de volver.

El que está en camino nunca se despide
libre como el viento saluda al pasar.
Su sola querencia anida en la meta
que aún no conoce, pero alcanzará.

Todo lo que vive hacia allá camina
sigue el mismo rumbo que sigo yo.
Un día el encuentro volverá a reunirme
con lo que he dejado por buscar a Dios.

Morir en Septiembre, cuando todo estalla,
blanquea el ciruelo, despertando en flor.
Cuando el duraznero se viste de nuevo
y todo renace a mi alrededor.

Dejar el invierno como algo pasado,
al que no se vuelve para nostalgiar.
Meterse en la vida, brotar en la tierra
y con ella irse para el Más allá.

Si busco la Vida no hay otro camino
es duro morirse, pero hay que morir.
Sangrando en la huella que voy Sur adentro
no puedo negarte de nuevo mi Sí.

Poema de Mamerto Menapace, del libro "Las abejas de la tapera".

viernes, 27 de agosto de 2010

"Hacerse" sin "deshacerse"

Me gusta más hablar de virtudes que de valores. No es una mera cuestión de palabras, sino un problema de fondo acerca del significado. Las virtudes sólo se pueden enseñar de manera indirecta. En cambio, se pueden aprender directamente, viviéndolas.


El hombre "es", pero "no está hecho". Cuando nace es sólo una posibilidad, la posibilidad de un proyecto todavía no determinado. Proyecto que mchas veces se ve cpndicionado por la persona misma y distintos factores del entorno.
Pero los condicionamientos no son tantos ni tan vigorosos que anulen la libertad. Ser libre significa tener la vida en las manos. Lo que resulte dependerá del uso que se haya hecho de la libertad. Siempre estamos eligiendo. Incluso, cuando no elegimos estamos eligiendo "no elegir". Con la libertad nos "hacemos".
Pero el resultado de nuestra actividad depende del "proyecto" que cada uno se haya hecho para su propia vida.
Siempre que actuamos lo hacemos por algo y para algo; cuando actuamos nos proponemos un fin, una meta. Si no lo hiciéramos así, nuestro comportamiento no tendría sentido; en el fondo significaría que no tenemos proyecto alguno y probablemente nuestras acciones no podrían llamarse humanas: serían meros actos reflejos, como los de los seres irracionales. Para realizarse como persona, es menester tener un proyecto racional, pensado, algo en lo que se ha reflexionado y sobre lo que se ha decidido. Decidir hacer algo es decidir-se a sí mismo en esa misma dirección. Determinar algo es determinarse.
Cuando un hombre o una mujer tienen un proyecto de vida, cuando concibe un proyecto acerca de su ser personal, él mismo, ella misma, se proyecta, se lanza con armas y bagaje a la realización de ese proyecto porque se ha comprometido con él. Entonces ese proyecto pasa a ser vida vivida, fin de la existencia, compromiso radical y profundo. Y con un talante decidido se impide que haya la más mínima fisura que lo debilite o tuerza. Sin proyecto, damos bandazos y acabamos en la frustración.
Elegir un proyecto, proponerse una meta, implica excluir cosas que no encajan en él, que no son de nuestro estilo, que no caben en nuestro programa. Elegir implica renunciar. Cuando hay una conducta motivada por un proyecto, uno se alegra de las renuncias que conlleva, porque está comprometido con la elección por la que ha optado.
Esta es la manera de enriquecer la personalidad. De lo contrario vamos dando vueltas a las cosas a las que hemos renunciado, o esquivando el bulto al compromiso asumido, y así la elección -el ejercicio de la libertad- no tiene mucho sentido. Así las circunstancias nos llevan por dónde no queremos ir. Pero no porque sean más fuertes que nosotros, sino porque nos rendimos, porque nuestro proyecto no tenía fuerza, porque carecía de garra y de los valores necesarios. Puede suceder que uno lleve arrastrándose por este mundo durante cincuenta años y todavía no sabe qué está haciendo en él. Sencillamente, porque no ha sabido qué hacer consigo mismo.
Para saber qué hacer consigo mismo, y hacerse un proyecto coherente y satisfactorio, es preciso conocerse a sí mismo; tarea no fácil.
Luchando de una manera negativa casi nunca se consiguen virtudes. Desarrollando los valores positivos que cada persona tiene y libremente quiere desarrollar, con ayuda de los demás, es como se logran las virtudes, que es lo que hace valiosas a las personas. Hay que acabar con la pedagogía varada en lo negativo, porque sólo es compatible con el más radical pesimismo antropológico. Lo cierto es que la persona, hombre o mujer, es una maravilla; cada persona es única, irrepetible e insustituible. Y, además, está dotada de muchos más rasgos positivos que negativos.
Por lo tanto, hay que ahondar, hay que ser valiente y preguntarse: ¿quién soy yo? ¿Qué valores tengo? ¿Qué valores puedo alcanzar? ¿Cómo puedo sacar partido de los valores que tengo?
Hay que proponérselo, proyectarse activamente, lanzarse hacia unos valores concretos y desarrollar las virtudes correspondientes. ¿Cómo? Ejercitando la virtud, no hay otro modo. ¿Usted quiere llegar a ser más simpático? Pues, empiece a sonreír más, y se estirarán sus músculos faciales. Primero le saldrá una sonrisilla de conejo, pero no importa; llegará un momento en que los músculos fácilmente se estirarán. La simpatía no se consigue haciendo un master, sino ejercitándola, y si lo hace ya verá como no hace estimaciones a la baja del valor de su propia persona.
Sólo cuando alguien se esfuerza por hacer el bien, después de algún tiempo de esforzarse en lo mismo, acaba siendo bueno. Sólo empeñándonos seriamente, desarrollaremos la bondad que nos ha sido regalada con la vida. Sólo así nos hacemos sin deshacemos.



Resumen del texto "Cómo hacerse sin deshacerse" de Aquilino Polaino.

viernes, 9 de julio de 2010

La capacidad de amar


Antes... hazte estas preguntas, basándote en tu experiencia personal:

  • ¿podrías intentar definir el amor con tus propias palabras?
  • Observando los diferentes ambientes que te circundan, ¿puedes describir cuál es el sentido que se le da a la palabra amor, en qué basan este significado y qué bien suele perseguirse al amar? ¿Concuerda con esta descripción con tu forma personal de vivirlo? Argumenta tu respuesta.
  • En tu opinión, ¿a qué se deben las infidelidades, el abultado número de separaciones y los fracasos matrimoniales? Tras dejar constancia de cuanto venga a tu mente, ¿piensas que el amor puede morir? Si tu respuesta es afirmativa, intenta hacer una simulada autopsia y averiguar las posibles causas de ese deceso.
  • Visto desde otra perspectiva, ¿estimas que cabe un amor para siempre? ¿En qué se fundamentaría este amor eterno? ¿O es algo pasado de moda?
  • Detente a reflexionar por unos instantes e intenta responder a esta pregunta: ¿qué define mejor o se relaciona más con el amor, la voluntad o los sentimientos? Desarrolla tu respuesta.
  • La entrega verdadera a otro implica también el olvido de uno mismo.
    ¿Consideras que esta afirmación es exagerada o incluso utópica?
    ¿Piensas que puede poner en peligro la felicidad de los que se aman?
    ¿Dónde quedaría el amor debido a uno mismo?
  • ¿Por qué estimas —si es que lo estimas— que el amor es siempre
    personal? ¿Qué dimensión o dimensiones de la persona pone en juego?
La afirmación de Kierkegaard, escrita con rotundidad hace alrededor de siglo y medio, puede servir todavía hoy para esclarecer una de las dimensiones más significativas de la persona humana: su inclinación a amar.

En efecto, basta echar un vistazo al mundo contemporáneo para advertir con nitidez que no solo la infidelidad, los fracasos conyugales, los matrimonios mantenidos exclusivamente por la inercia… aumentan de manera preocupante; sino que incluso, en grandes sectores de la sociedad, parece haberse perdido el verdadero significado, el auténtico sentido del término «amor». En múltiples ocasiones, lo que a nuestro alrededor se vende como amor es pura fisiología, como en la desgraciada expresión de «hacer el amor», o una especie de sentimentalismo más o menos sensual y sensiblero, pero incapaz siquiera de colmar los nobles deseos de un adolescente. Quizás la pérdida del significado del amor constituya uno de los problemas más acuciantes de la civilización actual y, en buena medida, la explicación o causa de lo que antes llamaba deslealtades, errores, etc., y de la desorientación del hombre a la hora de conocerse a sí mismo y de regir la propia existencia.
En semejante sentido, aunque con las ambigüedades que le son propias, se pronuncia Erich Fromm:
"Hablar del amor no es “predicar”, por la sencilla razón de que significa hablar de la necesidad fundamental y real de todo ser humano. Que esa necesidad haya sido oscurecida no significa que no exista. Analizar la naturaleza del amor es descubrir su ausencia general en el presente y criticar las condiciones sociales [¿metafísicas?] responsables de esa ausencia. Tener fe en la posibilidad del amor como un fenómeno social y no solo excepcional e individual, es tener una fe racional basada en la comprensión de la naturaleza misma del hombre"
Por eso, en los momentos presentes debe acentuarse la trascendental necesidad de un buen amor para la plenitud y la felicidad de la persona, a la par que conviene aclarar la auténtica verdad del amor, concibiendo- lo de entrada como algo recio, constante y perenne —sólido—, que elige y realiza el bien para las personas a las que ama.
La pérdida del sentido del amor constituye uno de los problemas más graves y acuciantes de la civilización contemporánea.

"El ser humano:desarrollo y plenitud": La capacidad de amar. Tomás Melendo.






lunes, 5 de julio de 2010

Aceptar las contrariedades

Sólo seremos capaz de transformar eficazmente nuestra vida si la acogemos en su integridad, incluyendo aquellos acontecimientos exteriores a los cuales muchas veces nos enfrentamos.
El que adopta como norma de conducta habitual la huida del dolor, el hecho de no aceptar nada más que lo grato y cómodo rechazando lo demás, antes o después terminará cargando con cruces más pesadas que quien se esfuerza por aceptar de buen grado un sufrimiento que, considerado con realismo, es imposible de eliminar.
"Un sufrimiento sereno deja de ser sufrimiento"... -Cura de Ars-.
En la adhesión al dolor obtenemos fuerza. Dios es fiel y siempre da la fuerza necesaria para asumir, día tras día, lo más duro y difícil de nuestra vida.
El auténtico mal no es tanto el dolor como el miedo al dolor. Si lo acogemos con confianza y con paz, el dolor nos hace crecer, nos educa, nos purifica, nos enseña a amar de manera desinteresada, nos hace humildes, mansos y compasivos con el prójimo.
"Los peores sufrimientos del hombre son los que se temen"...-Etty Hillesum-.
El miedo al dolor, por el contrario, nos insensibiliza, nos encasilla en actitudes protectoras y defensivas, y a menudo nos empuja a tomar decisiones irracionales que provocan consecuencias nefastas.
El sufrimiento malo no es el vivido, sino el "representado" ése que se apodera de la imaginación y nos instala en situaciones falsas. El problema no está en la realidad, que es esencialmente positiva, incluso en su aspecto más doloroso, sino en nuestra representación de la realidad.
..."Nuestra angustia, que es leve y pasajera, nos prepara una gloria eterna que supera toda medida" 2Cor4,17.
Al aceptar los sufrimientos "propuestos" por la vida y permitidos por Dios para nuestro progreso y nuestra purificación, (con ésto nos referimos a la cruz de cada día, a la cruz de nuestra vida) nos ahorramos otros mayores. Hay que ser realistas y dejar de soñar, de una vez por todas, con una vida sin dolor y sin lucha.
"Los dones y el llamado de Dios son irrevocables" Rom 11,29. Sobretodo el primer don y el primer llamado, es decir, el don y llamado a la vida. Toda existencia, incluso si se encuentra abocada al dolor, es infinitamente valiosa.
Cuando nos enfrentamos al dolor cotidiano, al peso del día y del calor, al cansancio, hay que evitar pasarse el tiempo refunfuñando por dentro o esperar que termine cuanto antes; hay que evitar soñar permanentemente con una vida distinta: es preferible aceptarla de corazón. LA VIDA ES BUENA Y BELLA TAL COMO ES, INCLUSO CON SU PARTE DE DOLOR!!!
del libro "La Libertad Interior" de Jacques Philippe.


"La felicidad está en nosotros mismos. Somos felices porque amamos, no porque nos aman"

Madre Teresa de Calcuta

viernes, 2 de julio de 2010

Parábola del águila



Erase una vez...


un hombre que caminaba por el bosque, encontró un aguilucho. Se lo llevó a su casa y lo puso en su corral, donde pronto aprendió a comer la misma comida que los pollos y a conducirse como estos.


Un día un naturalista que pasaba por allí, le preguntó al propietario por qué razón un águila, el rey de la aves y los pájaros, tenía que permanecer encerrado en el corral con los pollos.


Como le he dado la misma comida que a los pollos y le he enseñado a ser como un pollo, nunca ha aprendido a volar, respondió el propietario; se conduce como los pollos y por tanto no es un águila.


Sin embargo, insistió el naturalista, tiene corazón de águila, y con toda seguridad se le puede enseñar a volar.


Después de discutir un poco más, los dos hombres convinieron en averiguar si era posible que el águila volara. El naturalista le cogió en sus brazos, suavemente y le dijo: "TU PERTENECES AL CIELO NO A LA TIERRA, ABRE LAS ALAS Y VUELA". El águila sin embargo estaba confuso: no sabía qué era y, al ver a los pollos comiendo, saltó y se reunió con ellos de nuevo.


Sin desanimarse, al día siguiente, el naturalista llevó el águila al tejado de la casa y la animó diciéndole: "ERES UNA ÁGUILA ABRE LAS ALAS Y VUELA"; pero el águila tenía miedo de su yo y del mundo desconocido y saltó otra vez en busca de la comida de los pollos.


El naturalista se levantó temprano al tercer día, sacó el águila del corral y lo llevó a una montaña. Una vez allí, alzó al rey de las aves y lo animó diciéndole "ERES UNA ÁGUILA Y PERTENECES AL CIELO, AHORA ABRE LAS ALAS Y VUELA".


El águila miro alrededor, hacía el corral y hacia el corral y hacia arriba, al cielo. Pero siguió sin volar. Entonces el naturalista lo levantó directamente hacia el sol; el águila empezó a temblar y abrió lentamente las alas y finalmente con un grito triunfante voló alejándose hacia el cielo.


Es posible que el águila recuerde todavía a los pollos con nostalgia; hasta es posible que de cuando en cuando vuelva a visitar el corral. Pero nunca vivió más vida de pollo.


Siempre fue un águila, pese a que fue mantenida y domesticada como un pollo.




Pensemos...¿Cómo estuve viviendo hasta hoy, cómo pollo... o como águila? ¿Cuáles son los comportamientos que me impiden ser águila? ¿A partir de hoy, qué haré para ser águila?