domingo, 17 de enero de 2010

¿Qué es el amor?





Desde siempre, desde el comienzo de su existencia, el ser humano se ha preguntado por el sentimiento que denomina "amor". Realidad misteriosa y a la vez fascinante, el amor es capaz de transformar la vida.Afecta en gran proporción el interior de la persona, tanto que abarca la mayor parte de los sufrimientos, alegrías, esperanzas, deseos, ansias humanas, sobre todo juveniles-pero no solo- ligadas precisamente a 'el.
El amor parte de un encuentro, de una relación personal en la cual se crea un lazo, a partir de la cual se aprende a amar.
El amor inevitablemente turba el corazón. La turbación nace del haber tocado una fibra del corazón muy delicada: la confianza. Cuando se ama a alguien, surge inmediatamente en nosotros la pregunta: me querrá de verdad? e, inmediatamente después: me sera fiel por completo?
Todo parece sin sentido si no se puede contar con una relación significativa, y en ella, con el amor. En una relación profunda, la realidad adquiere nueva luz y se ve desde un ángulo totalmente renovado. Nos damos cuenta de que no somos los mismos de antes. La relación, entonces, es única.
El amor es iluminación. Es la ocasión que se ofrece para adquirir posteriores significados. Se abren frente a nosotros espacios antes desconocidos. La vida cambia. Se descubre una nueva posibilidad de percibirnos a nosotros mismos. La naturaleza misma participa de una luz particular. El amor todo lo transfigura.
El amor tiene en sí una realidad dolorosa: la separación. Sin embargo, en una relación profunda, algo personalisimo y secreto permanece, mas allá de toda separación posible. La ausencia no destruye la relación para quien sabe que "no se ve bien sino con el corazón. Lo esencial es invisible a los ojos" ("El Principito"-Antoine de Saint-Exup'ery-). Solo los ojos de quien ama saben ver lo que de verdad importa, lo esencial, el misterio inexpresable y duradero del otro, su valor precioso, su belleza, su unicidad. Es en nombre de esta experiencia que se pueden aceptar los riesgos del amor. Todo amor es inevitablemente "peligroso", en cuanto puede causar dificultades y dolor. Sin embargo, trae consigo algo indescriptible, que permite aceptar estas cosas inevitables. El amor vale mas que cualquier sufrimiento que venga con 'el. El corazón de todos nosotros lo necesita con urgencia para vivir.
Nada es gravoso para quien sabe amar y ser amado.
Se aprende a amar. Todos nosotros, aun sin darnos cuenta, aprendemos a amar. Esta idea de aprendizaje evidencia el cambio, la maduración del amor en sus múltiples matices: el enamoramiento, el afecto, la entrega de sí, entre otros; nos hace comprender que es un dinamismo, una fuerza en movimiento, una realidad que, como la inteligencia, crece según etapas bien definidas.

¿Qué es, entonces, el amor?

Un primer tentativo de respuesta lo describe como una emoción, un sentimiento. Una definición un poco reductora, que refleja uno de los dramas de nuestro tiempo, reside en la convicción de que el amor solo es una emoción, de manera que, cuando 'esta se modifica o se desplaza hacia otra persona o desaparece, se acaban al mismo tiempo el amor y la relación.
Si queremos comprender de manera mas precisa lo que es el amor, no podemos detenernos en la dimensión del sentimiento, sino que debemos incluir también la voluntad. El amor es, así, un acto, con base en el cual la persona se dirige hacia una realidad externa, personal, del psiquismo y del corazón que nos empuja, desde los primerísimos meses de vida, hacia el otro.
("El color del trigo"-Anna Bissi-)
¡Enamórate!
Nada puede importar más
que encontrar a Dios.
Es decir, enamorarse de Él
de una manera definitiva y absoluta.
Aquello de lo que te enamoras
atrapa tu imaginación,
y acaba por ir dejando su huella en todo.
Será lo que decida qué es
lo que te saca de la cama en la mañana,
qué haces con tus atardeceres,
en qué empleas tus fines de semana,
lo que lees, lo que conoces,
lo que rompe tu corazón,
y lo que te sobrecoge de alegría y gratitud.
¡Enamórate!
¡Permanece en el amor!
Todo será de otra manera.
Pedro Arrupe, sj.